Hay que ser ciego para no verlo, de una ingenuidad que raya en la debilidad profunda para
no entenderlo. ¡Pero la información ha hecho tales estragos en los corazones y las mentes !
La causa mayor de estos estragos es infraestructural, cualquiera que pretenda poder
actuar positivamente en este marco hace resueltamente la bestia.
En cualquier caso, la falta de voluntad de resistencia (real) que muestran los occidentales
y los occidentalizados frente a sus tiranos (instigadores de una civilización occidental
hipermoderna mundial uniformizada) es asombrosa : su colaboración mortífera a este
monopolio tiránico sobre su existencia ¿no se reduce, visiblemente, a una agitación
incontrolable de los índices, para los menos ágiles entre ellos ?
Pero si uno piensa, contra viento y marea, que Occidente contamina todo lo que toca y que
se desea cambiar este estado de cosas, es entonces necesario entender bien la razón.
Así, en la toma de conciencia de la tentación (o del tentador, a elección…) que obra en el
hombre, lo acosa, lo corrompe, lo pervierte, se evitará escrupulosamente usar los
elementos que ella (él…) le presenta para atraerlo, engañarlo; en primer lugar, hoy en día,
internet, este contra-icono concebido, desde el origen, como un arma de destrucción
masiva; este fruto tardío, extremadamente tóxico, de una tendencia excesiva a la
encarnación de la divinidad propagada por el filioque (2).
Los antiguos imperativos teológicos no son sin consecuencia en nuestros días, como lo
muestran las decisiones papales e imperiales, personales y conciliares, concernientes al
monarquianismo y al arrianismo, sin hablar de la querella de las Imágenes. De la misma
manera que el Vaticano esperó siete siglos (una institución de carácter universal se
proyecta a largo plazo, orientada en consecuencia) antes de proclamar el filioque (asumir
las consecuencias temporales de este último), de igual modo, las concepciones
apocalípticas bimilenarias llevan a la papado y a los obispos subordinados a anticipar
continuamente, a negociar, la implementación del hundimiento de la nave eclesial, con el
motivo último de la legitimidad de la autoridad del magisterio universal.
Puede ser útil recordar aquí que numerosas abominaciones teológicas han moldeado la
historia, dejando en las mentalidades como cicatrices monstruosas. Sin remontarse a
Agustín, la doble predestinación calvinista es un ejemplo sobresaliente, de una perfidia
difícilmente imaginable para una mente equilibrada. Esta concepción de elegidos y
condenados por toda la eternidad (prosaicamente, los miembros de los círculos
dirigentes, instruidos y ricos, por un lado, una masa confusa, manejable y explotable a
voluntad, por otro lado) debía cristalizarse con el tiempo en el plano secular : político,
institucional, administrativo, lo cual el Estado de Vaud muestra de manera
particularmente clara - este punto se aborda desde el ángulo local, para una
ejemplificación facilitada.
Cuando en su fuero interno uno es capaz de avalar la condenación eterna de la mala parte
de la humanidad (sin duda la más grande), ¿por qué razón se abstendría de infligirle los
peores maltratos a lo largo de su actual «sub-existencia»? En el país de Vaud, la teología
calvinista (el jurista Calvin sabía cómo elaborar estructuras político-jurídicas) permitió
elaborar y controlar una forma sutil de gobierno, insidiosa, constrictiva, muy rigurosa, por